La risa de los niños con libros divertidos

La risa del niño es materia de la neurología, la ciencia de las neuronas. Cuando incorporamos un mecanismo de vinculación afectiva en el cerebro de un niño pequeño, los impulsos acompañantes no desaparecen necesariamente en la edad adulta. Y la neurología atribuye la risa a una formación cerebral.
Pero la vida de un niño tiene olvidos insalvables y complejidades del hoy: aprende cosas, lee, construye la autoridad y sigue otros deseos que son donados al otro, por ejemplo, darle su ocurrencia y su risa. Un autor que busca a su lector le pedirá la complicidad de su risa, a manera de regalo.
El pensamiento simbólico infantil (permite lo abstracto, sin necesidad de avistar los objetos) puede ser ese tesoro. Si llega lejos con su pensamiento simbólico descubrirá lo cómico en un libro por ejemplo, y, la risa, será ese goce tomado como un bien en el chico.
El libro divertido y chistoso puede llenarle un minuto de su infancia, ese mosaico de la que la risa hace el estilo del despierto lector, y para toda la vida.
La infancia, aunque a los padres les cuesta creer, está llena de retos únicos y exclusivos.
El niño que lee tiene su prueba simbólica y su examen de humor. El niño que no lee no puede imaginar ninguna fantasía y si no se ríe no podrá entenderla con creatividad humorística, acaso solo temerle como algo siniestro.
Risa y humor, aquí, un solo corazón.
El chico, generalmente, no es aburrido. No está aburrido de los extremos, como se quejan algunos grandes adustos, seriotes, con alma de adultos.
No está aburrido de lo bueno y malo, de lo opaco y lo brillante. No divide el campo de juego entre Boca y River. El pensamiento infantil es abarcativo, generalista.
En todo caso para el niño que lee historias y narraciones mágicas, encuentra vibrantes los extremos. Juega a dominar el sentido de los extremos.
Séneca, filósofo romano de la antigüedad, enseña hoy también a los padres: "Todas las cosas merecen nuestra risa o nuestras lágrimas". El niño pasa de una a otra con enorme plasticidad.
Hay textos, entonces en los que el niño puede encontrar la risa y, otros, en que la puede perder.
En el libro "Diario privado de una bella durmiente", por ejemplo, Fabián Sevilla hace risueña la historia de un clásico de la fantasía infantil.
El escritor "desmiente" la versión oficial del famoso cuento y hace un nuevo relato. Asegura, cómicamente, que Bella no estuvo durmiendo durante cien años de manera continua sino que se despertaba y volvía a dormirse, mientras que su única diversión era escribir un diario íntimo.
Un libro tan cómico como este, el niño con humor, lo celebra lleno de risa.
El muy citado actor Groucho Marx cómicamente dijo a su interlocutor: "Desde el momento en que tomé su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún día espero leerlo".
El pequeño lector tiene que tener el saborcito previo, mental, para que le guste el humor, el invento cómico de un escritor.

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