Clásicos argentinos dedicados a los más chicos

Títulos infantiles y juveniles que hace unos años marcaron un giro en los intereses de los chicos, como "Socorro" de Elsa Bornemann o "Caídos del mapa" de María Inés Falconi, son hoy clásicos contemporáneos nacionales con la característica de ser "longsellers", una tendencia propia de la literatura del público más joven.
Estos "longsellers", títulos de larga duración, cuyo potente caudal de ventas se complementa con su persistencia en los estantes de las librerías, son como los hermanos gemelos de los clásicos de todos los tiempos, esos que la mayoría de los chicos y también los adultos tienen en sus bibliotecas.
"Hay títulos que perduraron y no necesariamente han sido los más vendidos y muchos otros podrían considerarse clásicos en el sentido de que se siguen leyendo a pesar del tiempo", explica a la agencia argentina Télam Laura Leibiker, editora de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina y Chile del grupo Norma-Kapelusz.
Son muchos los autores argentinos que atrapan a los pequeños lectores, pero hay nombres que se destacan como Graciela Cabal, Graciela Montes, Silvia Schujer, Ricardo Mariño, Marcelo Birmarjer, Elsa Bornemann, Laura Devetach y Ema Wolf, que se animaron a tocar temas vinculados con "el mundo de los adultos".
Prueba de esta fuerza poderosa, es "Socorro" y "Los ojos del perro siberiano", que va por su 40ma. reedición, los dos de Bornemann; "Dailan Kifki, de María Elena Walsh o "Natacha" de Luis María Pescetti, una nena fantástica que hace llorar de risa a los chicos desde hace más de diez años.
Otro clásico local es la serie "Caídos del mapa", que nació en 1995 y ya tiene diez entregas, una película y fanáticos en aumento. "Cuando sale la última los personajes ya son adolescentes porque la autora los hizo crecer. Y ahí lo interesante es que lo leen pibes que están terminando la secundaria pero también los que la están empezando o están en la primaria", comenta la editora.
Leibiker destaca que la literatura infantil o juvenil (LIJ) lo que tiene es "la reedición constante de libros; se agregan otros títulos que empiezan a tener el mismo comportamiento que sus antecesores pero aquellos no pierden sus lectores, sobre todo en los casos cuyos autores siguen presentes".
Para sumar más aspectos, la LIJ tiene hoy una marcada tendencia a la saga, porque "los chicos, al igual que cualquier lector, cuando se enamoran o se identifican con un personaje no lo quieren abandonar".
En la misma línea, la especialista diferencia las sagas entre "las historias que necesitan un cierre más definitivo, que acompañan el crecimiento y lo que les va pasando a los personajes, y otras más detectivescas que se pueden leer sin un orden y podes entrar a la serie en el momento que quieras. Eso se logra con personajes muy fuertes que se mantienen siempre en la misma edad y lo que cambian son sus circunstancias".
¿Por qué estos títulos traspasan las fronteras del tiempo? "Lo que creo es que tiene que ver con aquellas cosas que hablan de nosotros, que nos representan. No son libros que nacen al color de una moda o de una necesidad del mercado sino de una verdadera expresión del autor. Pero sobre todo cuentan cuestiones que nos siguen pasando", considera Leibiker.
Y refuerza: "Hoy nadie va a escribir una novela donde el personaje no tenga un celular; sin embargo hay muchos libros que siguen leyendo donde eso no ocurre. Y es porque hay una historia honesta y creíble donde uno se puede sentir identificado".
Para la editora, los "pioneros" en desarrollar determinadas temáticas son los que persisten a lo largo del tiempo: "Elsa Bornemann escribía historias de amor cuando nadie lo hacía; María Elena Walsh escribió un tipo de poesía desacartonada y un tipo de novela del absurdo que también va a sobrevivir".
Tal vez el ser precursores sea la razón que mantiene a determinados autores en las bibliotecas de los chicos de distintas generaciones: "Son libros que se siguen leyendo porque hay algo dentro de las personas que no cambia. Los libros describen cosas que nos pasan más allá de la época en la que vivimos", reflexiona.
Según Leibiker esto está acompañado de una fractura generacional, dado que décadas atrás la LIJ local era muy poca y predominaba más bien la traducida. Por eso -argumenta- "el cambio surgió en la década del 80. La fortaleza local apareció cuando surgieron las editoriales Libros del Quirquincho y Colihue. Y de ahí autores como Roldan, Wolf, Laura Devetach, Cabal, Mariño y otros".
Y en cuanto a los géneros, Leibiker señala que "antes la aventura era un género muy fuerte y hoy está corrida un poco por el policial. Creo que a los chicos les gusta que haya un enigma muy fuerte que los obligue a hacer un pensamiento deductivo".
Aunque también "la poesía y la rima siguen siendo un género muy interesante para los más chicos. También el humor es un modo de acercar a los primeros lectores, como lo hizo Pescetti con Natacha. Después viene la aventura porque te permite acompañar a los protagonistas y después cuando ya te animás y ya los acompañaste te podés asustar un poco y eso está bueno", detalla.
Lo que cruza a todos los géneros de la literatura infantil y juvenil es el amor: "es como una identificación en la lectura porque lo vivís en la escuela, en los sentimientos, en los vínculos con los amigos y con los padres".
Es que los clásicos actuales rompen con los de otras épocas, "con la literatura de la fábula, la que tenía una intencionalidad y un mensaje".
"Los autores que leen los chicos hoy, en su momento, pusieron el foco en un destinatario infantil pero decidieron escribir literatura con las ideas que se les ocurrían y el nivel de absurdo que querían. Tuvieron la ayuda de editores como Gustavo Roldán o Graciela Montes para escribir lo que se les cantaba, por eso los chicos siguen leyéndolos", concluye.

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