Encuentracuentos con Isabel Bolívar

La actriz, de padres andaluces, acaba de participar en la segunda edición del Encuentracuentos del Teatro Guimerá, en Tenerife.
Isabel, vecina de Acorán, actualmente trabaja en la narración oral a nivel escolar con editoriales, con el Plan Barrios de La Laguna, dando clases de teatro en el Colegio Nuryana y en la escuela artística para niños de Garachico. Lleva contando cuentos desde el año 2000, para todos los públicos, aunque de forma más profesional los últimos cuatro años. "Soy feliz contando cuentos", asegura la actriz a una publicación local.
Esta madre reconoce haber vivido mucho tiempo como una veleta, "sobreviviendo, haciendo de todo, sin centrarme". Hasta que se dio cuenta de que "ser polifacética me hacía mediocre y quise especializarme en algo". Y ahí apareció el amor por las historias. Lo curioso es que la narración llegó por casualidad a su vida. "Una amiga me pidió que la sustituyera en un cuentacuentos en un centro comercial y lo que empezó siendo un marrón al final me encantó".
El repertorio de un cuentacuentos "habla de lo que piensas y sientes, nunca voy a contar algo con lo que no esté de acuerdo". En los espectáculos de Isabel, "monologueo bastante entre cuento y cuento, contando mis experiencias sobre el tema del hilo conductor". Como en todo, los comienzos fueron duros. "Al principio sentía que estaba haciendo un desnudo integral aunque las historias no fueran mías".
Bolívar reivindica que "el cuento para adultos aún no tiene su espacio y, en cambio, el de los niños está muy claro: una plaza, el colegio, la guardería...". Esta modalidad teatral "se adapta a cualquier lugar y solo hace falta que los programadores confíen más en ella". Para intentar solucionar estos problemas han formado la Asociación de Narradores de Tenerife, "para dignificarnos, movilizarnos y encontrar nuestro espacio". Al ser un trabajo individual, "nos vamos haciendo invisibles y por eso nos unimos".
"A veces se le falta el respeto al cuento con afirmaciones como Ah, pero, ¿que te tengo que pagar por contar un cuento? y es algo que tiene un trabajo detrás... y mucho", se queja la narradora.
"En los cuentos para niños hago espectáculos muy participativos en los que ellos son los protagonistas". En este caso sí narra algunas historias que ella misma escribe pero no es el caso de los cuentos para adultos, ya que "aún no me he atrevido ni me he visto en la necesidad".
Los cuentos preferidos de Isabel son los literarios, poéticos, de amor "no solo de pareja", sociales y los populares y tradicionales. "Ahora, al revés que todo el mundo, me estoy empezando a interesar más por los cuentos clásicos", reconoce.
Isabel, que asegura que "el que prueba en los cuentos, repite", está orgullosa de ser una de las promotoras, junto con Laura Escuela, Diego González y Fabio González, del primer festival de cuentos de la capital, el Encuentracuentos.
Bolívar acaba de ser madre y espera que su experiencia con niños le ayude. De momento, el bebé es el único espectador de sus ensayos y lo mira atónito cada vez que le cuenta cuentos. Isabel no dejó de trabajar hasta las tres semanas antes de dar a luz. Por eso, sus familiares bromean con que "dentro de poco el bebé me dirá: ¡Que ese ya me lo sé!".
La meta vital de esta luchadora optimista era tener un hijo y ya la ha visto cumplida. Ahora, el reto es conciliar su vida artística con la maternidad. "Tengo proyectos teatrales en mente muy poderosos". Aunque sabe que no puede ser ahora, "tengo 35 años y no tengo prisa, como soy una cabezona sé que en algún momento los haré".
De pequeña, "me gustaba ir a la playa y el baloncesto", deporte por el que jugó federada varios años. Cuando cursaba 2º de BUP (que equivale a 4º de la actual ESO), un profesor de Literatura le abrió la puerta a la interpretación. El docente le descubrió un mundo nuevo de clásicos como La Celestina o al escritor Calderón de la Barca, y le sugirió que se preparase algunas piezas. "Acabé haciendo una gira por todo el colegio", recuerda entre risas la chicharrera. A partir de ese momento comenzó a escribir, a leer e incluso ganó más de un concurso de narrativa.
Cuando entró en la universidad, su hermana estudiaba Derecho y su padre era policía. "Les rompí los esquemas a mis padres cuando les dije que quería estudiar Historia del Arte pero no les quedó otra alternativa que asumirlo". Así que comenzó la carrera, aunque a trompicones. Del primero al segundo curso tuvo que dejar los estudios a un lado por problemas de salud y cuando le restaba un año para finalizar el ciclo académico, con 21 años, decidió dejarlo todo para dedicarse a su vocación: la interpretación. Se fue con una beca de estudios artísticos del Gobierno de Canarias a Madrid, dejando en la Isla a sus padres boquiabiertos. Eligió la Escuela de Cristina Rota pero de los cuatro años solo hizo dos por decepción: los profesores no le gustaban y las técnicas no le convencían. En Madrid trabajó de camarera, "como buena actriz", en una compañía de teatro infantil para el zoológico Faunia, en cafésteatro, monólogos, comuniones... "Fue bonita la experiencia pero no estaba preparada para el ambiente del actor en la capital, donde tienes que moverte por bares y estar en todos los castings", señala.
A la vuelta a la Isla terminó la carrera, hizo un curso de animación sociocultural, trabajó en una ONG, actuó con la compañía de El círculo de la Amistad y luego pasó tres años de jefa de actividades del Hotel San Blas Reserva Ambiental.
Un curso de coaching le cambió la vida en noviembre del año pasado, cuando pasaba una mala racha en que no encontraba trabajo ni de dependienta. Isabel se ofreció para que los alumnos fuesen su coach (entrenador) y "en el momento en que dije Yo soy actriz, todo cambió y empezó a colocarse y, al ser consciente, supe lo que quería hacer y todo se focalizó".
Esta narradora que desprende paz recomienda el cuento a todos porque "emociona y divierte" y "al fin y al cabo, todos estamos hechos de historias: todos somos cuentos".

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