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Hillary Clinton distinguida por la Reina Sofía

Hillary Clinton distinguida por la Reina Sofía
  • Publicado en febrero de 2014
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Hillary Clinton distinguida por la Reina Sofía

Alimentar la mente de un niño en los primeros cinco años de vida es tan importante como alimentar su cuerpo. Investigaciones científicas recientes confirman que lo que experimenten los cerebros de los niños en sus primeros años de vida dará forma a los adultos que serán en un futuro, el éxito que lograrán y las contribuciones que harán a nuestra economía y sociedad.
Desafortunadamente, muchos de nuestros niños hoy en día no están recibiendo la nutrición que necesitan.
Los investigadores han identificado lo que ellos llaman una "brecha de las palabras". Muchos niños que crecen en familias de bajos ingresos entran a la escuela con un vocabulario mucho menor que el de sus compañeros de clase.
Y con el tiempo esta desventaja conduce a mayores desigualdades con respecto a logros y éxitos, que van desde el desempeño académico hasta la persistencia para obtener ingresos y la estabilidad familiar, incluso hasta 20 y 30 años más tarde.
Asistir a la escuela sin palabras es como ir a la escuela sin comida ni asistencia médica adecuadas. Le dificulta a los niños desarrollar su creatividad e imaginación, aprender, sobresalir y alcanzar su máximo potencial. Esto debería alentarnos a tomar cartas en el asunto, tanto como el hambre y la pobreza infantil.
¿Por qué pasa esto?
Sabemos que los niños construyen su vocabulario al escuchar e interactuar con sus padres y cuidadores. Pero millones de padres estadounidenses, especialmente aquellos que luchan por subsistir hasta fin de mes o aquellos que no cuentan con fuertes vínculos de apoyo, terminan hablando y leyendo menos a sus bebés que las familias más acomodadas.
Muchos padres simplemente no tienen el tiempo suficiente por tener más de un empleo y críticas presiones económicas, o no se dan cuenta de lo importante que es esto en realidad.
Los estudios han encontrado que a los cuatro años, los niños de familias de clase media y alta escuchan 15 millones de palabras más que los niños de familias de clase trabajadora, y 30 millones de palabras más que los niños de familias que viven de la asistencia social.
Esta desigualdad para escuchar palabras de sus padres y cuidadores se traduce directamente en una desigualdad para aprender palabras. Y esto pone a los niños que han nacido con mayores desventajas, aún más atrás. Entre los nacidos en el 2001, solo el 48% de los niños pobres empezó la escuela listos para aprender, en comparación con el 75% de los niños provenientes de familias de ingresos medios.
La "brecha de las palabras" es un reto importante, pero que se puede solucionar.
Sabemos que es posible ayudar a los padres y las comunidades a hacer pequeños cambios que tienen un gran impacto sobre nuestros hijos, ya se trate de enseñar a los padres la importancia de las vacunas y los chequeos regulares, como de poner a los bebés a dormir boca arriba para evitar el síndrome de muerte súbita infantil.
Esfuerzos como el proyecto "Providence Talks" en Rhode Island y el proyecto "Treinta millones de palabras" en Chicago ya están experimentando con nuevos enfoques para acortar la "brecha de las palabras".
Durante toda mi vida adulta he sido una defensora del desarrollo de la primera infancia, desde que era un joven estudiante de derecho trabajando en el Centro de Estudios Infantiles de Yale.
Y cuanto más aprendo acerca de las nuevas investigaciones en este campo, más me convenzo de que este es un tema de vital importancia para la futura competitividad de nuestro país, la fortaleza de nuestras familias y la salud de nuestras comunidades.
Es por eso que he hecho del desarrollo de la primera infancia un foco importante de mi nuevo trabajo en la Fundación Bill, Hillary y Chelsea Clinton.
En asociación con una innovadora organización sin ánimos de lucro en San Francisco llamada Next Generation, hemos lanzado una campaña denominada "Demasiado pequeño para fallar".
Nuestro primer objetivo es hacer frente a los mayores obstáculos que se interponen para que los padres hablen, lean e interactúen con sus hijos: el desconocimiento y la falta de tiempo.
Por Hillary Clinton.

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