Mitos y leyendas locales contadas como cuentos
Contar cuentos es tan antiguo como el lenguaje. Desde tiempos inmemoriales el ser humano se ha conectado con sus pares a través de cantos, oraciones, leyendas, mitos y fábulas que se transmiten de generación en generación.
En el siglo XXI seguimos contando historias, a pesar de los avances tecnológicos. O, acaso, gracias a ellos. En un mundo globalizado que tiende a suprimir el contacto cara a cara, surgen iniciativas que promueven la magia de contar cuentos en vivo y en directo.
En Chile, desde 2010, la Fundación Mustakis ha desarrollado una Escuela de Cuenta Cuentos con sedes en Lo Prado, El Bosque, Peñalolén, Santiago Centro, Valparaíso e Iquique. Es una iniciativa gratuita, que contempla dos semestres de clases, donde, además del arte de la narración, se enseña dramaturgia, técnicas vocales y expresión corporal.
“Hay mil maneras de contar un cuento. No sólo apostamos por las palabras, sino también por el uso del cuerpo, la voz y la incorporación de diferentes sonidos. En esos detalles radica el poder de seducción del relator”, dice Alejandra Hurtado, actriz y encargada de la Escuela de Cuenta Cuentos.
Hasta la fecha, se han formado más de 600 alumnos de diversas edades e intereses. María Paz Pizarro es una de ellas. En paralelo a su labor como actriz y auxiliar de párvulos, sigue el curso en Peñalolén. “Me llamó mucho la atención la magia que se genera. Esto verdaderamente te atrapa”, dice. Hoy es ayudante en los cursos de Valparaíso.
Al final de cada ciclo, los cuenteros deben realizar prácticas en colegios, jardines infantiles, bibliotecas, hospitales o municipalidades. En sus tres años, la escuela ha beneficiado a más de 50 mil personas, especialmente niños. Así funciona también “como una herramienta de fomento de la lectura”, dice la directora.
Con el fin de rescatar el patrimonio inmaterial, promueve el estudio de cuentos chilenos, ya sean fábulas o historias familiares. Así, nuevamente cobran vida mitos como El caleuche, El trauco, La llorona o Make-Make. Incluso algunos inventan o recogen nuevas leyendas urbanas. “A diferencia de otros países de Latinoamérica, en Chile recién se está valorando el género, no sólo como herramienta educativa, sino en su capacidad de desarrollar la imaginación y la creatividad”, dice Hurtado, quien agrega que detrás de cada cuento se refugia una parte esencial de lo que podríamos llamar “identidad chilena”.