Lágrimas de ladrillo

Lágrimas de ladrillo os ladrillos son aburridos, ya lo sé. Pero el ladrillo de esta historia, no aburría a nadie. Nadie lo miraba, así que, en todo caso, el aburrido era él.
Estaba solo en la vereda, el último de la gran pila que había servido para levantar la casa de columnas blancas. En la lluvia, lloraba hondas lágrimas rojas, que iban formando un arroyo diminuto.
Laura lo vio por casualidad. Caminaba siempre mirando para arriba buscando pájaros en los árboles emponchados de otoño. A veces, tropezaba con el cordón de la vereda o se llevaba por delante a la gente. Mamá, que la llevaba de la mano, le decía:
- Hey, un poco de atención, por favor!.
Pero ese día, Laura bajo la vista para seguir el vuelo de un gorrión, que se había posado en la calle y vio el ladrillo. Se quedó muda, quieta como un poste. Mamá tuvo que pararse.
- ¿Por qué lo dejaron solo? - preguntó. Mamá dijo algo sobre la casa de columnas blancas, tiro de la mano de Laura, habló del colegio y de la hora. Laura la siguió sin decir nada pero dos cuadras después susurro:
- Estaba llorando - ¿Qué? - mamá no entendía - El ladrillo ese.estaba llorando.
Por el llanto del ladrillo, ese día, a Laura nada le salió bien. Se olvidó cuatro lápices en el banco; tiro los útiles al suelo; la retaron por mirar la ventana; se cayó en el patio. Por suerte, el ladrillo estaba ahí cuando paso de vuelta.
- Me lo quiero llevar a casa - dijo Laura. Mamá protesto bastante, pero cuando su hija se decidía, era imposible hacerla cambiar de opinión. El ladrillo terminó en el patio. Durante toda esa tarde de lluvia, siguió llorando en rojo. Pero apenas salió el sol, Laura se sentó a su lado y se puso a charlar con él.
Tal vez debería haberlo hecho desde el principio, porque el ladrillo le habló. Quiero decir, le escribió: dibujó letras oscuras en las lajas blancas.
"estoy aburrido", decían las letras.
"No sirvo para nada." Y algo de razón tenía: ¿Para qué sirve un ladrillo con una punta rota? Ni a Laura se le ocurría una buena respuesta. Y después, el viernes a la seño se le ocurrió pedir brillantina. A Laura se le iluminaron los ojos.
Volvió del colegio casi corriendo y entró corriendo en el patio. El ladrillo era color puro. Ella lo golpeó despacio con un martillo y repartió en color terracota en bolsas transparentes. El lunes, los chicos inventaron mundos con él. Mundos, no casas.
Dibujaron árboles sin hojas, islas desiertas, guanacos, un caballo colorado con las crines al viento. Laura no hizo nada de eso. Dibujo al ladrillo como era antes, cuando ella lo había visto en la lluvia. Lágrimas de ladrillo, puso como título en la hoja canson. A la seño le gustó mucho. Laura nunca se había sacado un 10 con ella.

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Sobre el Autor

Alejandra, de Mar del Plata, Argentina

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