¿HAS VISTO A MI GATO?

¿HAS VISTO A MI GATO? s negro, con patas y pechera blanca. Tiene un ojo azul y otro verde. Sus bigotes son negros y largos pero con las puntas blancas. Le encanta subirse a los árboles y visitar los nidos de los pájaros. Es un gato nocturno, sale de noche y regresa en la madrugada. Normalmente el día lo pasa comiendo y durmiendo. Si hace calor se echa a la sombra y si está frío duerme sobre la TV. Si lo ves, por favor, llama al teléfono 583 9737, con Angelina. Muchas gracias.

Así lucía el rótulo pegado en los árboles del Parque Central que Nicole había escrito en su computadora para su pequeña hermana, quien estaba muy triste por la desaparición de Silvestre, su gato, nombre que su primo Steve le había puesto apenas lo conoció, y que divirtió mucho a la niña.
Esa tarde llegaron tía Denise y el primo Marcelo Ernesto a tomar el té a casa de Angelina. Oye, ¿todavía no encuentras a tu gato? Preguntó curioso Marcelo. No, nadie ha contestado mi aviso, ya van cinco días que lo busco y nada. Tal vez alguien se lo robó, agregó la niña a punto de llorar. ¿Fuiste a buscarlo en esa casa abandonada que está en la esquina? Preguntó el primo. Sí, mi papi me acompañó a mirar alrededor de ella y observé su patio trasero que está horrible, lleno de maleza y muebles viejos. Lo estuvimos llamando por mucho rato y no apareció. ¿Sabes, Marcelo?, esa casa no me gusta para nada, allí vivía una señora que parecía una bruja y yo me asustaba cuando me miraba por su ventana mientras caminaba hacia la escuela, menos mal que Nicole siempre me acompaña. Ah, sí, contestó Marcelo, me acuerdo que un día la vi salir apurada con una escoba entre las manos persiguiendo a un perro vagabundo que había entrado a su jardín. ¿Jardín? Preguntó Angelina con cara de incrédula, no me hagas reír, si sólo tiene maleza y unos pobres rosales sin podar y llenos de espinas. Bueno, antejardín, recuerdo que me impresionó mucho su aspecto tan descuidado, tenía el pelo blanco y revuelto, y en su boca sólo se veía un diente largo cuando gritó al pobre perro que salió huyendo muy asustado. ¿Sabes, primo? todos los niños del barrio le tenían mucho miedo, decían que era una bruja, incluso algunos aseguraron que en las noches de luna llena salía a volar en su escoba. ¿Tú, la viste? Preguntó muy intrigado Marcelo. Por supuesto que no, pues me duermo muy temprano. Y Nicole, ¿la vio? Tampoco ella, sólo se ríe, no cree nada, claro que me la recuerda cuando no quiero comer.
Ah, Pero, ¿sabes?, un día que Steve jugaba con otros niños, me contó que había entrado a ese patio y que una extraña señora salió muy enojada a correrlo, por cierto que él no le tuvo miedo y le pidió permiso para recoger su pelota, mientras los niños le gritaban que corriera. Entonces dijo que ella se lo quedó mirando y se calmó y luego lo invitó a entrar a su casa. Steve le contestó que no podía pues su mamá lo estaba llamando. ¿Te imaginas el susto? Yo me habría muerto allí mismo. Ay, se me pone la piel como de gallina. Oye, y ¿qué pasó con la bruja? preguntó Marcelo. Pues mamá dice que un día vio el carro de la ambulancia frente a esa casa y luego que sacaron a la anciana en una camilla, y no ha vuelto más, eso creo yo. ¿Por qué? Preguntó con mucha curiosidad Marcelo. Hay niños que dicen haber visto luz en las noches, como velas prendidas. Entonces, ¿quién vive allí? Yo pienso que nadie, pues hay un cartel que anuncia la venta de esa casa, pero, ¿sabes?, nadie la ha comprado porque está encantada, contestó la niña con aire de misterio. ¿Y las luces? Qué sé yo, eso lo dicen los niños del barrio. A lo mejor no es verdad, afirmó Marcelo, pero luego agregó, ¿te gustaría ir a mirar?
¿Estás loco?, mamá no me dará permiso. No, le diremos que vamos a jugar a la pelota sobre la vereda, ¿te parece? Propuso el niño. Este, bueno, pero sólo la miraremos desde lejos.. Está bien, pidamos permiso.
Una vez en la calle los primos se encaminaron directo a la enigmática esquina. Cornelia, una niña de siete años compañera de clases de Angelina se asomó por la ventana de la casa próxima a la abandonada.
Angelina, Angelina, ¿a dónde vas? ¿Quieres entrar a jugar conmigo? Los primos se acercaron rápido la ventana. ¿Por qué no sales tú? pidió la niña, sólo vinimos a mirar la casa de la bruja. Ah, no vayan, mamá dice que allí espantan. Hace dos días que unos vagabundos entraron, por cierto que más tardaron en entrar que en salir corriendo con caras de terror, aseguró Cornelia. ¿Qué les pasó? preguntó Marcelo. Mamá dice que vieron al fantasma de la bruja. Ay, qué espanto. ¿Sabes, Angelina? Yo he visto desde mi ventana en el segundo piso, una sombra que mueve las cortinas. ¿Quieren entrar a mi casa? Invitó la amiga con voz insinuadora. Bueno, contestó Marcelo, sólo un momento para mirar desde tu ventana.
Cornelia corrió escaleras abajo llamando a su mamá para que abriera la puerta de calle. Ah, Angelina, ¿cómo estás? ¿sabe tu mamá que vienes a mi casa? Este, no, sólo pasábamos con mi primo Marcelo. Oh, mucho gusto Marcelo, eres un chico muy guapo. Bueno, pasen a saludar a Cornelia. La niña rápido guió a los primos al segundo piso. Vengan, vengan, desde mi dormitorio se ve todo.
Cuando los tres estuvieron junto a la ventana se pusieron a observar la casa abandonada. Mira, Marcelo, ¿ves cómo está el patio trasero? ¿qué horrible, te gustaría jugar allí? Preguntó con voz burlona Angelina. ¡Qué asco! exclamó el niño y luego agregó exaltado, ¡miren, se movió esa cortina!, ¿la vieron? ¿Estás seguro que se movió? Interrogó Angelina. Sí, sí, yo la vi, se movió como si alguien hubiera pasado muy cerca de ella. Bueno, a veces el viento puede mover las cortinas aseguró Angelina muy intrigada, tratando de encontrar una justificación para no sentir miedo. Claro, el viento, sin embargo en esa casa ocurren cosas extrañas afirmó Cornelia, yo las he visto. Bien, exclamó Marcelo, nos vamos, gracias por dejarnos mirar por tu ventana. Oh, ¿ya se van? ¿Qué tal si jugamos a las enfermeras y Marcelo es el enfermo? Insinuó Cornelia para impedir que los amigos se fueran tan pronto. Otro día, pero yo será el doctor, informó Marcelo, no me gusta ser el enfermo.
Los niños salieron rápido de casa de Cornelia, quien quedó muy triste. Vuelvan pronto les gritó.
Cuando Angelina pasaba junto a la verja de la casa abandonada, escuchó unos maullidos muy familiares. Marcelo, ¿oíste eso? ¿Qué cosa? ¿Escuché que Silvestre me llamaba? ¿Crees que está por aquí? Sí, pienso que está dentro de esa casa. ¡Silvestre, Silvestre! Gritaron al mismo tiempo los niños. Esta vez los dos primos escucharon el maullido de un gato. ¡Es él, es él, estoy segura! Exclamó eufórica Angelina, ¡es mi gatito, es mi gatito! ¡Ve tú a buscarlo! ¿Estás loca? Yo no entro a esa casa, ¿por qué no vas tú que eres tan valiente? Entonces, vamos los dos, por favor, rogó la niña. Sólo hasta la escala, nada más, indicó Marcelo.
Los niños caminaron lentamente por el sendero cubierto de maleza y llegaron al pie de los cinco escalones enfrente de la ruinosa puerta. ¡Oye, hasta aquí llego yo!, informó Marcelo mientras Angelina se tomaba de su mano. Ahora llámalo, él conoce tu voz. ¡Silvestre, Silvestre! ¡Cuchicuchiiii! Llamó la niña, terminando con voz suave. Así el gato no te va a escuchar, dilo más fuerte, le interpeló el primo.
Sin embargo en el momento en que Angelina abrió la boca, los vidrios de una ventana cayeron destrozados y por el hueco algo negro salió disparado. Los primos arrancaron despavoridos gritando como nunca lo habían hecho, para chocar justo a la entrada de esa casa con Nicole. ¡Huy!, ¿Qué les pasa a ustedes? ¿Por qué andan merodeando esta casa? Angelina la miró sorprendida y sólo atinó a exclamar, ¡corre, corre, hay un fantasma que salió por la ventana! ¿de qué estás hablando? ¿Viste algo? Pues yo no veo nada, interrogó Nicole. Sí, sí, exclamaron los niños, algo negro salió por esa ventana. Pero en ese instante quedaron más sorprendidos cuando junto a los escalones de la casa, apareció Silvestre con un ratón en el hocico.
¡Mira!, allí está tu gato andariego. Ahí tienen al gran fantasma, rió Nicole apuntando a Silvestre que caminaba parsimoniosamente hasta llegar muy cerca de los pies de Angelina y depositó el ratón en el suelo. ¡Guaau! ¿Qué es esto? Exclamó Angelina dando varios pasos hacia atrás horrorizada. ¿Qué has hecho, gato cochino?, ¿No te da vergüenza tenerme tan preocupada? ¡No tienes perdón por lo que has hecho! ¡Eres un gato muy, pero muy malo! Entonces Silvestre caminó alrededor de Marcelo, acariciándole amistosamente y demostrándoles que estaba muy contento de verlos.
Angelina, no seas así con Silvestre, él te ha traído un ratón de regalo y tú lo estás insultando, dijo sonriendo Marcelo y agregó, oye, ¿no cree que Silvestre necesita un buen baño? Sí, un buen baño y unos buenos regaños, por lo vagabundo que es y por haberme hecho llorar.
Los niños, más tranquilos, comenzaron a reír mientras, Silvestre sin apuro maullando suavemente los siguió.

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Sobre el Autor

Marianela Puebla, años de Valparaíso, Chile

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