Cuento. El robo de las piñatas
n la casa de los juguetes estos estaban por docenas, llenando los armarios y rincones: Los había de peluche, suaves y blandos como una almohada. Todo tipo de animales en diferentes clases de materiales. También las repisas se encontraban repletas de autos, camiones, soldados, muñecas, pelotas e instrumentos musicales. Para cumpleaños; globos y sorpresas.
En una hilera colgados del techo, las piñatas. (¿Sabes que son las piñatas? Son figuras que pueden ser animales o muñecos de papel, que se usan en México y Centro América para los cumpleaños y se llena de golosinas) Entre las piñatas se destacaban un par de payasos, uno grande y otro pequeño una muñeca de ojos muy abiertos y largas pestañas, un osito panda y un perro. Las otras figuras eran barcos, autos y trenes.
La dueña de la juguetería, doña Carmen, los había recién colgado y lucían muy lindos y llamativos. A las nueve de la noche los empleados y su dueña cerraron el negocio alejándose rumbo a sus hogares. La juguetería quedaba iluminada por una gran vitrina hacia la calle que permanecía siempre con luz, para que los clientes pudieran apreciar la mercadería que allí se ofrecía.
Mimí la muñeca de piñata, dio un gran suspiro y mirando a su acompañante cercano, el payasito Tete, le susurró
-¡Qué lata estar tan lejos del suelo! Si sólo pudiera bajar a caminar un rato.
-Sí, es cierto, pero no hay forma de bajar, Mimí, debes conformarte.
-¿Quién dice conformarse? Exclamó el payaso grande llamado Tolón. Hay que encontrar la manera de bajar.
-Pero, ¿cómo Tolón? Si estamos colgados de ganchos, y no hay posibilidad alguna de desprendernos de ellos -contestó Tete
-¡Ay! Esta vida nuestra tan aburrida, pronto seremos vendidos para luego ser golpeados hasta morir- terminó lamentando.
-Por favor no digas eso, me da escalofríos, exclamó Mimí
-¿Cómo puede ser posible tanta maldad?-y agregó, ¿qué hemos hecho para merecer tal castigo?, si él que nos hizo nos llenó de colores y nos pintó tan hermosos? ¿Por qué en vez de ser el centro de las atenciones y cariños somos el centro de los golpes y risas de los niños?- terminó diciendo Mimí con lágrimas en los ojos.
-Yo encuentro que es una crueldad sin explicación, que después de prepararnos con tanto esmero sirvamos sólo para ser colgados, apaleados y destrozados- refunfuño el perro.
-¡Ya, ya basta! No se quejen tanto y traten de pensar cómo bajar de aquí- recordó Tolón.
-¡Ey, ustedes abajo! ¿No tienen alguna idea?
-Pidió Tete a los otros juguetes. Un capitán que se encontraba con su batallón se rascó la barbilla
-Yo pienso que si le apuntamos a los ganchos estos caerán, ¿no les parece?
-Oye, capitán espera, tal vez no sea una mala idea, ¿pero si en vez de darle al gancho nos das en la cabeza?
-Gruño el perro que tenía malas pulgas.
-A lo mejor los señores bomberos podrían ayudarnos con sus escaleras -insinuó Mimí mirando el carro-bombas.
-¡Aja!- repuso el osito panda que había permanecido sin hablar pues estaba en su sueño invernal, -la escalera es mejor que un tiro.
-Está bien- dijeron los bomberos- esperen, veremos hasta dónde podemos estirar la escalera.
En ese momento todos los juguetes tomaron movilización ayudando a los bomberos. Cuando la escalera estuvo toda desplegada vieron con tristeza que sólo alcanzó la mitad de la pieza.
-¡Oh no!- exclamó Mimí, tan cerca y tan lejos.
-No te preocupes Mimí, ésta es la primera tentativa -aseguró Tete
- No te desanimes, algo se nos va a ocurrir.
-Sí, pero pronto- gimió Mimí. El capitán que observaba desde el suelo, tuvo la idea de amarrar al corcho de sus fusiles una cuerda
- Si la disparamos- dijo- podríamos atarla a un gancho.
-Sí, no es mala idea - contestó Tolón- pero lo tendrás que hacer con muy buena puntería. El capitán llamó a uno de sus mejores soldados y le hizo tomar posición
-Alistarse- prepararse -apunte- ¡fuego!
Pero la cuerda llegó cerca de la escalera y cayó sobre los bomberos quedando enredada en ellos.
-¡Así no! -gritó Tolón- deben subir la escalera y desde allí disparar.
-Muy Bien contestó el capitán.
-Soldado, suba la escalera. Cuando éste llegó al último peldaño, el capitán le ordenó
-Soldado apunte- ¡Fuego! La cuerda pegó muy cerca de un gancho pero se vino abajo cayendo sobre los peluches. -¡Qué mala suerte!
-Gimió Mimí- ¿Qué haremos ahora?
-Tranquila, tranquila, deja que prueben de nuevo, ya verás que en uno de esas resulta -conformó Tete.
El capitán intentó varias veces con diferentes soldados, sin resultado, entonces cuando no sabían qué hacer, saltó de una repisa un mono peluche que había estado observando con su banana en su mano
-¿Creen que les pueda ser útil? - preguntó.
-No sé en qué podrías ayudar, contestó el capitán mirando al mono con un poco de desprecio.
-Espera - gritó Tolón- tal vez el mono pueda llevar la cuerda hasta el último escalón y desde allí saltar- ¿puedes mono?
-Claro que sí, yo soy muy ágil, puedo dar saltos de rama en rama. Deme la cuerda pidió al capitán. ¿Cómo vas a saltar al vacío? Le preguntó éste.
-Déjalo capitán, -pidió Tolón- puede saltar a mis hombros; yo soy fuerte. Así como lo hacen en el trapecio de los circos.
-Sí, sí -afirmó el mono- denme la cuerda.
El capitán de malos modos, entregó la cuerda al mono, quien le pasó su banana
-Soldado, usted tome la banana del mono- exclamó el capitán disgustado por tal insulto. El mono trepó como mono la escalera, es decir de dos en tres. Tan rápido que llegó en un santiamén al último escalón. Luego miró a Tolón y le preguntó
-¿Estás listo?
-Espera- le gritó el capitán desde abajo- yo te diré cuándo.
-Está bien- contestó el mono.
-Vamos, soldado mono, prepárate -apunta- ¡Fuego! El mono saltó quedando afirmado de un brazo de Tolón.
Mimí se tapó los ojos y abajo se escuchó un ¡Ah!
-¡Arriba!, ¡Arriba! - gritaba el capitán, con voz de mando.
El mono dio otro salto y quedó parado en la cabeza de Tolón. ¡Bravo! -Gritaron a coro los peluches. Tolón no se movía para nada temiendo que cayeran los dos estrellándose en el suelo. El mono amarró la cuerda al gancho de Tolón y luego lleno de satisfacción le gritó al payaso: ¡Afírmate de la cuerda que te voy a sacar del gancho! Así lo hizo y Tolón se deslizó por la soga hasta llegar a la escalera, allí los bomberos le ayudaron a bajar.
Luego el mono fue hacia Mimí repitiendo la operación. Mimí temblaba de susto.
-Yo pienso que no podré- declaró al mono pero éste no la escuchó y sólo le gritó: "Vamos Mimí, voy a soltar el gancho".
-Mimí se afirmó de la cuerda, pero sus manos resbalaron cayendo ésta al vacío, por suerte que un grupo de peluches se hallaba justo en el sitio en que ella cayó, sin lastimarse. Claro que con el susto se desmayó. Luego siguieron el perro, el oso panda, Tete y al final el mono, quien fue aclamado por los juguetes con la desavenencia del capitán. Todos aplaudieron de alegría y se abrazaron por la extraordinaria hazaña.
-Vamos, debemos irnos, este no es lugar para nosotros, pronto será el día y no se volverá a presentar esta ocasión. Tenemos que salir de aquí- afirmó Tolón.
-Pero, ¿adónde diremos?- preguntó Mimí más recuperada.
-Mimí, no preguntes, cualquier sitio será mejor que el futuro que nos espera.
Todos aplaudieron a Tolón.
-Sí, sí, tienes razón. Váyanse y pronto- aseguró el capitán- hay una pequeña ventanilla de ventilación bajo la vitrina, será fácil abrirla.
Por allí salieron una a una de las piñatas ya que como estaban vacías se podían doblar a su gusto mientras las sombras las protegían.
-¿Adónde iremos? Pregunto Tete.
-Vamos, yo conozco un desván cerca de aquí, dijo el perro.
-¿Cómo sabes eso?
-Es una larga historia, pero en breve les contaré que yo estuve cortado en un modelo por no sé cuánto tiempo en ese desván, hasta que un día mi dueño, un anciano, me buscó y me regaló a pesar de que titubeo mucho al entregarme haciendo toda clase de recomendaciones de que me cuidaran. Él me había guardado esperando un día hacer un peluche de mi modelo, por eso me apreciaba.
-Tengo miedo- declaró Mimí.
-No te asustes que yo iré primero- contestó el perro.
-Pero; ¿te has vuelto loco? -Éste será nuestro último paseo- exclamó Tete.
-No, déjenme, yo iré primero y luego si no hay peligro los llamaré. No teman.
Al llegar a la vieja casona el perro golpeó la puerta. Allí estuvo largo tiempo. Al cabo de veinte minutos de tanto golpear, ésta se abrió y salió un anciano con una vela encendida.
-¡Amo! ¡Amo!, soy yo, tu perro, he vuelto ¿No te alegras?
-¿Quién eres?... Deja ponerme los anteojos... ¡Ah sí, eres tú, Olfatín, yo sabía que regresarías pues estuve muy apenado por haberte regalado.
-Amo, amo, ayúdanos, tengo mis amigos.
Nos han convertido en piñatas ¡Ayúdanos!- suplicó.
-Pero no puede ser, me aseguraron que tu modelo sería para un lindo peluche. Pobre, mi pobre Olfatín, pasa, pasa... Llama a tus amigos.
-¡Tolón, Tete, Mimí, Osito panda, vengan, no teman, mi amo nos ayudará! ¡Pasen!- les aseguró el perro-
Mi amo es mi amigo, y yo confío en él. Al día siguiente la dueña de la juguetería encontró un alboroto en el suelo de su tienda y sus mejores piñatas habían desaparecido.
Esta pensó que había habido un asalto a su negocio y llamó a la policía. Pero por ser tan bajo el valor del robo y por no haber más daños, éstos se limitaron a aconsejar a doña Carmen que cambiara los candados y pusiera una alarma en su local, y se fueron sin hacer nada.
Las piñatas se quedaron con el anciano, él, que vivía solo, se encariño de inmediato con ellas y las cuidó como un padre, en agradecimiento, éstas lo alegraron por el resto de su vida.
El robo de las piñatas
Este cuento infantil fue escrito por Marianela Puebla de Valparaíso, Chile (). El mismo fué ilustrado por Daniela Vivas de Argentina ()