El faro y los nenes

El faro y los nenes buela, cómo se llama el faro? pregunta Juan
---- No sé, es un faro.
---- Pero tiene apellido --- replica, poco conforme.
---- Ah! Claro! Faro Recalada!
Es de noche en Monte Hermoso. Juan, Victoria y Francisca miran con asombro. Se ríen, se contagian, los ojitos les brillan, se entusiasman.
---- Abuela, la luz se pone más fuerte!
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho!!!!!!!!
Tarda ocho en volver a prenderse.
---- No Juan, no se apaga, gira.
La abuela les explica, con paciencia, que la luz gira y que cuando alumbra hacia donde están los nenes, ellos la ven más fuerte.
---- Contemos ligero! Dicen a coro
---- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece!!!!!!!!!
---- Abuela, si contamos ligero tarda trece.
Los chicos cuentan de distintas maneras, rápido y lento y la luz sigue girando y girando.
Marca caminitos en el mar y en la playa.
Los barcos de los pescadores no están. Salen muy temprano a trabajar y vuelven al mediodía. La gente los espera, muchos para comprar y muchos, solamente, para verlos llegar.
---- Abuela, contanos cuentos de faros
---- Había una vez una playa donde la arena bajaba despacito hacia el mar. Las olas eran suaves y el agua era calentita. Todo era muy hermoso, pero había un problema que preocupaba mucho a la gente que vivía en el pueblo. Los barcos no podían llegar, corrían el riesgo de quedar encallados.
Los marineros, por muy valientes que fueran, sabían que a esas playas no podían acercarse.
La gente del pueblo necesitaba materiales para hacer sus casas, pero no podían traerlos, hasta que un día, un señor francés, que había nacido en París, les contó que se podía hacer una torre, con hierros y ponerle una luz arriba para marcar el camino a los barcos y así se animarían a llegar.
Se pusieron a trabajar y trabajaron mucho y mucho. Entre todos lo hicieron.
La primera noche que la luz iluminó el mar y la playa, todos festejaron. Sabían que desde ese día comenzarían a crecer, llegaría gente nueva, llegarían las cosas que necesitaban y en el pueblo, que querían tanto, podrían quedarse a vivir sus hijos y sus nietos, porque habría trabajo para todos.
---- Qué lindo, abuela!!!!! Otro más!



Le agradezco a mis nietos,
que me enseñaron que las cosas
que amamos tienen apellido y
que el tiempo tiene la medida de nuestra prisa


Azul

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Sobre el Autor

Julia M Rossignol, de Argentina

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