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Anita, la hormiguita perezosa

  • Publicado en noviembre de 2013
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Cuento. Anita, la hormiguita perezosa

Cuento Anita, la hormiguita perezosa de Antes de Dormir ada día, la vida de trabajo continuaba en el hormiguero, ya fuera invierno o verano. No había descanso para las obreras que cavaban nuevos túneles, dando así lugar a una población que crecía y crecía. La sala de cunas estaba llena de bebés que alimentar, sacarlos a tomar el sol, cuidar y limpiar con esmero. Anita era una hormiga muy joven que por primera vez en su vida debía agregarse a los quehaceres del cuidado de los bebés. Cuando le asignaron esta labor, la tomó de muy mala gana, ella había sido cuidada y mimada por otras trabajadoras, las que con mucha paciencia la convirtieron en una hermosa hormiguita. 

Su ambición desde pequeña era llegar a ser una reina, a pesar que sus nanas se reían y le explicaban que eso no podía ser, claro que no le dijeron que su alimentación había sido la de una obrera más. Ese día, la jefa le llamó y le dijo:

- Anita, desde hoy estarás a cargo de sólo dos bebés por ahora, hasta que aprendas, entonces sí vas a tener que trabajar muy duro pues tendrás por lo menos cien bebés que cuidar. 

-¿Tantos? Repuso Anita sorprendida

- Yo pienso que es mucho para mi edad.

 -No te preocupes que pronto aprenderás.

- Diciendo esto la tomó por un brazo y la llevó frente a dos huevos. 

- Mira, Anita, sólo tendrás que estar atenta a que estén tibios y limpios hasta que incuben. Deberás traer de la pieza de las flores muchos pétalos resecados y al cambiarlos de posición, también suplirás los pétalos de sus cunas. Esto es para que reciban calor por todos lados. Mañana los sacarás a tomar sol como las otras hormigas, ellas te enseñaran y tú debes estar atenta a aprender. Bien, te dejo por ahora, cualquier cosa le preguntas a Rosita, tu vecina. 

- ¡Ay! Pero yo no sé nada, gimió Anita, y no me gusta este trabajo. ¡Bebés! ¡No me gustan! 

Pero su jefa ya no la escuchó pues andaba vigilando a otras hormiguitas nuevas. 

- Y ¿Para qué quieren más bebés? ¡Si hay tantos! Yo quiero ser reina, vivir en mi propia recámara y que me traigan todo a mi pieza. Que me alimenten de lo mejor y por supuesto no trabajar ¡Uff! Es lo que menos me agrada. 

- Anita, le habló una hormiguita que cuidaba un ciento de huevos muy cerca de ella

- ¿Ya cambiaste a los bebés de posición? 

- ¡Ay! ¿Tan pronto? 

- Sí, debes cambiarlos continuamente y también limpiar sus pétalos. 

- Pero, ¿por qué si estos están bonitos?- contestó Anita molesta. 

- Anita, hazlo y no preguntes- y se alejó preocupada por sus bebés. 

- "No preguntes más", remedó Anita frunciendo su boca. 

Que lo haga ella que es tan hacendosa, y tomando un huevo lo empujó bruscamente, pero éste se fue rodando lejos de su alcance. 

- Oye huevo, ¿por qué te has ido tan lejos? ¡Bebé tonto, ven acá! 

Pero el huevo no se movió, entonces fue a buscarlo muy contrariada, y lo empujó usando sus pies con pequeñas patadas. Fue cuando escuchó que el bebé lloraba dentro del huevo. Anita se asustó y tomó rápidamente al huevo colocándolo en su lugar. 

- ¿Ves lo fácil que es caminar?, -le aclaró- lo que pasa es que eres un bebé muy molestoso. 

Luego fue en busca de nuevos pétalos y sin escogerlos tomó un puñado de ellos y los cambió bajo los bebés. Mas, el otro bebé comenzó a llorar pues estaba su cama muy dura. 

- Deja de llorar, tú eres más molestoso todavía, se está acabando mi paciencia y tengo sueño. 

Anita arregló unos pétalos de rosas y se recostó en ellos, apenas cerró sus ojos se quedó dormida. Mientras tanto los bebés lloraban y lloraban, pero Anita estaba en su sueño favorito: Muy empolvada su nariz y perfumada, tenía ante sí un banquete delicioso el cual devoraba al mismo tiempo que sus sirvientas se esmeraban en atender su vestido y mantenerlo sin arrugas. Luego le abanicaban para que no se acalorara y le cepillaban el cabello. 

- Que vida más cómoda, se decía- y apareció una sonrisa de satisfacción en sus labios. 

Tanto era el llanto de los bebés que la hormiguita vecina llegó preocupada al ver que éstos estaban sin atención. 

- Anita, ¿qué haces allí durmiendo?- la interpeló duramente

- No sabes que si viene la jefa te puede ir muy mal? ¿Cuál es tu responsabilidad? ¿No lo sabes o eres simplemente una perezosa? Anita saltó de su mullido sueño

- ¿Qué, qué, qué pasa? ¿Por qué gritas? ¡Mira, has despertado a los bebés!

 -Oye, perezosa, eres tú la que los tiene llorando, anda, cámbiales de posición, limpia sus lechos. ¡Vamos, hormiga haragana! ¡Haz tu trabajo!- y luego agregó- ten mucho cuidado que la próxima vez llamaré a la jefa. 

- ¡Ya, Ya! No hagas alharaca. Mira, ya no lloran. Es que estoy muy cansada, por eso me dormí- explicó Anita fingiendo una voz suave.

 -Bueno, me voy, debo ver mis bebés. 

Y Anita, no descuides los tuyos.

 -Está bien, gracias Rosita, puedes irte. 

Y cuando ésta se fue, le remedó:

- "No descuides a los tuyos"- frunciendo su boca con molestia

- ¡Qué metete! Y mirando a los bebés les gritó: Ustedes bebés malos son los culpables ¿no pueden estar callados? Cuando más tarde pasó la jefa, encontró a Anita colocando pétalos nuevos.

 -Ah, Anita, está bien; pero debes buscar los más suaves pues éstos no están muy suaves, ve y trae otros, siempre hay nuevos, pues las obreras están todo el día trayendo. Ya sabes, mañana irás junto a las otras hormiguitas a la superficie y llevarás a los bebés al sol. De malos modos Anita fue y trajo nuevos pétalos, mientras rezongaba:

 -Miren ¿qué no pueden dormir en éstos? ¡Mal criados, yo los siento buenos! ¡Qué fastidio! ¡Ya no resisto más! Así llegó el día siguiente, Anita lucía rendida a pesar que la suplente de la noche la había reemplazado.

 -Anita, ya es tu turno, yo me voy, cuida los bebés y sácalos a tomar el sol. 

Un desfile de hormiguitas salía del hormiguero cargando los bebés y depositándolos con mucho amor sobre las hojas de un rosal. Anita llevó los suyos y los depositó en una hoja bien alta 

- Aquí estaremos mejor, lejos de esas chismosas. Ahora; bebés, deberán portarse bien y no molestarme que estoy muy cansada. Anita puso su cabeza en la blanda hojita y se quedó profundamente dormida descuidando a los bebés. Cuando despertó había oscurecido y estaba totalmente sola. Los bebés no estaban a su lado, y las otras hormigas tampoco. 

- ¡Oh no, los bebés!- gimió ¿Qué me irá a decir la jefa?

- Bajó rápidamente del rosal pero la puerta del hormiguero estaba cerrada. Golpeó con manos y pies, mas nadie le abrió. Anita se asustó y comenzó a llorar y llorar. 

-Por favor, ábranme; tengo miedo, no me dejen sola. Tengo tanta hambre y frío. Pero la puerta seguía cerrada. Esa noche Anita se acurrucó encogida a la puerta del hormiguero tiritando de frío y con mucha hambre, deseaba ardientemente su rica taza de miel que solía tener antes de dormir. 

-¡Oh! ¿Qué he hecho? Descuidé a los bebés y a lo mejor algún insecto se los comió. ¡Oh! ¿Qué haré? ¿Cómo pude ser tan irresponsable?, estoy arrepentida, gimió. De pronto se abrió la puerta y la jefa apareció en el umbral. 

-Anita, has tenido tu lección, ¿Crees que es suficiente para que tomes a bien tus tareas?

 -Sí, sí jefa, se apuró en contestar- ya no me dormiré durante el día, lo prometo. Prometo cuidar y querer a los bebés. Por favor deme una oportunidad, no seré más una perezosa. Lo prometo. 

-¿Lo dices con el corazón Anita? 

-Sí, lo digo con el corazón y lágrimas en mis ojos. 

-Bueno, entra, ésta será tu única oportunidad, si fracasas de nuevo, ten por seguro que esta puerta no se abrirá nunca más para ti. 

-Gracias jefa, usted verá que he cambiado. 

Efectivamente, desde ese mismo instante Anita cambio tanto que pronto le dieron sus cien bebés para cuidar, y lo hacía con tanto empeño, amor y cariño abnegado, que un día recibió su título de niñera oficial con muchos honores.

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Cuento Infantil para irse a dormir - Anita, la hormiguita perezosa

Anita, la hormiguita perezosa

Este cuento infantil fue escrito por Marianela Puebla de Valparaíso, Chile (Bandera de Valparaíso, Chile). El mismo fué ilustrado por Karen Castro de Argentina (Bandera de Argentina)

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