Leer con las manos, la nariz y el oído

Se puede leer tocando, oliendo o escuchando. Podemos hacer de cada sentido una puerta de entrada de villanos de voz ronca, de castillos de madera o de gigantes arrugados. La vista deja de ser esencial para leer y la lectura se va adaptando a todos. Y así se presenta la XXXIX edición del Salón del Libro Infantil y Juvenil que se celebra en el Centro cultural Conde Duque desde ayer hasta el próximo 3 de enero. «Libros sin barreras» es el lema de este año, con el que pretenden concienciar de la necesidad de adecuar la cultura a los niños y, sobre todo, a los que padecen una discapacidad. «Queremos borrar estigmas y miedos a las diferentes discapacidades y fomentar el conocimiento y uso de formatos del libro accesible», resalta Sara Moreno, presidenta del Consejo General del Libro Infantil. Además, sus talleres, exposiciones, lecturas... están pensadas para que todos puedan acceder a las distintas aulas. «Todas las explicaciones se pueden leer en braille y los espacios están diseñados para que las sillas de ruedas puedan desplazarse sin problemas. Hemos hecho una reflexión que nos ha llevado a crear un salón abierto y sin barreras para ayudar, comprender e integrar a personas que tienen más impedimentos».
Pero el verdadero avance no se encuentra en el espacio, está en los libros, en la forma de leerlos. Teresa Palahí, secretaria general de la Fundación ONCE, explica que el uso de olores y texturas es esencial en los cuentos infantiles. «A través del tacto y el olfato, los niños ciegos pueden disfrutar de las ilustraciones. Para la lectura, las nuevas tecnologías han sido muy útiles aunque no dejamos de utilizar el braille», comenta sobre la inmensa colección que la ONCE adapta cada año para facilitar la cultura a todo aquel que quiera acceder a ella. «Sensibilizar o concienciar poniendo en valor la diversidad como pieza clave de una sociedad avanzada es esencial, por eso tienen tanta importancia eventos como este», añade. En esta edición, la Fundación ha querido llevar a sus mejores protagonistas a la biblioteca de más de 2.000 ejemplares que se exponen en la sala de lectura. Héroes y heroínas ciegos, sordos o con síndrome de Down llenan las páginas de sus cuentos. «Si los niños normalizan sus discapacidades desde muy pequeños son capaces de integrarse mucho mejor», aseguran desde la institución. «Les damos fuerza a esos personajes para que los niños se vean reflejados. Usamos los libros como instrumento para la normalización educativa y social». (El Mundo)

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