Cuento. Como Romualdo se convirtió en Súper héroe
omualdo es un pato tonto y miedoso, que vive en el arroyo Reconquista, un lugar como su nombre lo indica, conquistado por una valiente hormiga que con batallas y picaduras les aplicaron a las arañas irrespetuosas, que se habían adueñado de aquel sitio impidiendo la entrada de cualquier extraño que no fueran como ellas.
Muchos de los animales que vivían ahí se reían de Romualdo porque era muy torpe, a veces muchos de ellos le hacían bromas para reírse de él. Como por ejemplo un día, El loro Perico imitó el sonido de una sirena, el mono Jacinto y la tortuga Paca, convencieron a los demás de que debían escapar porque el fuego quemaría todo el lugar. Romualdo que se encontraba descansando en el arroyo escuchaba a lo lejos como una música extraña sin saber que era la imitación de la sirena lo que perturbaba su sueño. Lo que pasaba, era es que estaba soñando que bailaba con una bella pata, cuando de pronto alguien se acerca y le grita en el oído ¡Romualdo! ¡Romualdo! Despierta, ¡Romualdo! ¡Romualdo! Le gritaba el conejo Félix. Mientras Romualdo entre dientes murmuraba:
-Si Patita, Vamos a bailar juntitos, esta noche.-
Cuando de repente, Un grito fuerte y un movimiento brusco que sintió lo despertó, era que estaba el conejo Félix zamarreándolo y gritándole en el oído para que se despertara. ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué me despiertas? Estaba soñando con la pata más hermosa del arroyo Reconquista, le decía Romualdo. Estaba por bailar con ella, cuando de repente sentí como un terremoto sacudía mi cuerpo, mejor que sea importante porque el baile de la patita no me lo quiero perder.
- Si es importante, dijo el conejo. Quien estaba de acuerdo con los demás para hacerle la broma, hay un incendió, ¿no escuchas las sirenas?
- ¿Un incendio? -Dice Romualdo- ¿Donde? Yo no veo nada.
- Si hay un incendió tenemos que escapar- Romualdo se puso muy nervioso, temblaba y entre tartamudeos decía:
-¡Soco-cococo-rro! ¡Sáquenme de aquí! ¡No quiero que el fuego llegue hasta aquí!
- A eso vine Romualdo a salvarte -le decía el conejo.
- ¿Y por donde vamos? -decía Romualdo.
- Quédate tranquilo y seguime.
El pato sin pensarlo se agarró de la coja del señor conejo y temblando de miedo atravesaron un denso pastizal, el problema se presentaba porque el conejo saltaba, cada paso que daba era un saltito, y Romualdo que estaba colgado de su cola, subía y bajaba, cada rato. Cada vez que subía decía, no veo el fuego, el conejo le decía
- Cerrá los ojos y no mires. Si no te vas a asustar- después de unos diez minutos de saltos el conejo le dice
- Estamos a salvo Entonces Romualdo.
Abre los ojos y le agradece el que lo haya salvado. Pero al decir esto último empieza a escuchar risas de cada rincón de cada árbol, era que muchos de los que se habían hechos cómplice de la broma, estaban riéndose, Romualdo, al darse cuenta, baja su cabeza y se va despacio, muy triste porque todos sabían lo miedoso que era. Vuelve al arroyo, baja su cabeza, se mira en el reflejo del agua y decía:
- No puedo ser tan cobarde, la patita de mis sueños, tampoco me querrá.
Romualdo se queda solo, y a pesar de que algunos animales lo llamaban el prefirió quedarse en el arroyo solo. Su amigo el pato Gallardo se acercó y le dijo que no se ponga triste, que el era un gran pato, y que la broma de los demás era solo una broma nada más. Pero Romualdo estaba muy triste para escucharlo, y como no quería que le hablen Gallardo decidió hacerle compañía compartiendo a su lado el arroyo pero en silencio. Los minutos pasaban y solo el silenció rebotaba como ecos entre los pequeños árboles que movían dulcemente sus hojas y dejaban caer las hojas del otoño, para nuevamente florecer.
Del otro lado del arroyo Reconquista dos monos encontraron una extraña cajita, con unos palitos de colores. Estaban asombrados al ver tal juguete, que para ellos era algo nuevo. Primero se tiraban con ellos, hasta que uno decide pasarlo por algo marrón que poseía la cajita. Al frotarlo por la cajita salen pequeñas chispas desconocidas para ellos. Al principio se ríen, les gusta y siguen pasando más palitos, hasta que una chispita cae en el suelo. Y comienzan a ver un humo que sale del pasto, y que lentamente ese humo comenzaba a cambiar. Era el fuego que brotaba de aquellas chispas juguetonas. La lechuza Francisca, quien custodiaba el lugar, al ver lo ocurrido comienza a gritar.
-¡ Fuego! ¡Fuego! Los monos al escucharla comienzaron a correr en búsqueda de sus padres.
Pronto el fuego comenzó a propagarse. Todos los animales corrían, intentando escapar de las poderosas llamas que quemaban el lugar. Romualdo estaba con su amigo Gallardo, cuando de pronto, vuelve la liebre, estaba vez, muy preocupada. En tartamudeos y muy deprisa le dice, que debían escapar que el fuego estaba quemando todo el lugar. Pero esta vez Romualdo no le creyó.
- No caeré nuevamente en la trampa - le decía Romualdo.
- Debes correr, esto está pasando de verdad - replicó el conejo Félix.
Gallardo levanta la vista, y ve un extraño humo salir de las pequeñas casas. Y es ahí cuando se da cuenta que algo ocurría. Rápidamente, junto con el conejo fueron al pueblo para ver que era lo que pasaba. Romualdo, caminaba lentamente, sin creer en nada de lo que decían. Hasta que de pronto en sus ojos se reflejaron una poderosa llama, nunca antes vista. Se asustó al verla, y solo quiso correr de aquel lugar. Cuando escuchó a lo lejos unos gritos diminutos pidiendo ayuda.
Era una ardilla que había quedado atrapada en lo alto de su casa, no podía escapar de las poderosas llamas. Esta vez todos tenían miedo, nadie se animaba atravesar ese fuego que todo quemaba a su paso. Pero Romualdo tomó coraje y entró. - ¡No lo hagas Romualdo! -Le gritaba el conejo Félix. ¡Vuelve aquí! Le decía su amigo Gallardo.
Pero el entró a la casa, donde allí brotaban las llamas desde el suelo. Tapo sus ojitos con su alita y salto, no se quemo, solo sintió un pequeño ardor en su cuerpo. Con sus patitas subió las escaleras y siguió los gritos incesantes de la ardilla. Llego hasta donde estaba ella y le tomo la mano. Juntos saltaron a un pequeño árbol. Nadie podía creer lo ocurrido, Romualdo perdió el miedo. Salvó a una ardilla, algo increíble y milagroso para ellos. El pueblo estallo de alegría y aplausos.
- ¡Romualdo! ¡Romualdo! -Gritaban todos.
Y él se sonrojaba al escuchar que todos estaban de su lado. Esa misma noche, el alcalde. Le entrego una medalla de lata, con su nombre escrito. Y lo reconoció como Romualdo, El súper héroe. Las patas del lugar hablaban de él, y de tanto hablar se terminaron enamorando, el problema es que todas querían tenerlo como novio y es así que se peleaban todo el día.
Romualdo al fin había logrado tener el respeto que merecía y es por eso que cada vez que hubiera algún problema, Romualdo estaba para ayudarlos. Y todos recurrían a él sin pensarlo. Romualdo esa misma noche, se hizo una capita roja y un pequeño traje plateado con la inscripción, Romualdo el súper héroe de arroyo Reconquista.
Como Romualdo se convirtió en Súper héroe
Este cuento infantil fue escrito por Sam Lagerblom de Buenos Aires, Argentina (). El mismo fué ilustrado por Fátima Maida de Argentina ()