Ana María Shua recopila leyendas de América

"Los chicos quieren volver a escuchar una y otra vez el mismo cuento", dice Shua en diálogo con la agencia argentina Télam en su casa de Palermo, y al igual que los cuentos, las leyendas se repiten, se transmiten de generación en generación y se las oye una y mil veces. Muchas siguen dando sentido a la mitología de pueblos de todo el mundo y circulan entre su gente, otras están por extinguirse, al igual que las personas que mantienen sus historias.
Con "Guerra de serpientes" (loqueleo), Shua, ya anunciada como una gran recolectora de historias fantásticas desperdigadas por cualquier sitio en los que el ser humano habitó -una docena de títulos así lo atestiguan-, propone un corpus de narraciones míticas de pueblos de toda América, que se extienden desde lo Yamaná en Ushuaia hasta Alaska y sus Nuits, pasando por los Wayú del Caribe y los Pech de América Central.
Son 14 relatos acompañados por breves reseñas de los pueblos que le dieron origen, en algún tiempo remoto, porque, explica la autora, "me parece muy importante que quien lea la leyenda sepa de dónde salió, aunque sea algunos elementos de cómo era ese pueblo, donde vivía, cuál era el territorio, para poder entender mejor qué es lo que está leyendo".
"Una de las características del ser humano -define Shua- es la curiosidad y la necesidad de entrar en relación con otras culturas, y uno de los elementos en común en las leyendas de América son los cultivos. Y la naturaleza también es esencial porque es el entorno directo en el que vivían estos pueblos, salvo las grandes civilizaciones maya, azteca e inca".
Así, una telaraña preciosa y brillante habla sobre el origen del telar ñandutí, de los guaraníes; una batalla de mosquitos en venganza de una partida mortal explica la llegada de esos insectos en el verano; dos serpientes, una buena y otra mala, dan forma una teoría sobre el diluvio; y una mujer en unión con un lobo marino refleja la centralidad de ese animal para una sociedad condenada a temperaturas irrisorias, en Tierra del Fuego.
Por eso, indica, "otra cosa en común no sólo de América sino del pensamiento humano es lo que Mircea Eliade llama `el tiempo antes del tiempo`, que es el tiempo en que suceden todas esas leyendas, cuando se gesta el mundo tal como lo conocemos en la actualidad, un tiempo en el que los animales son como personas, se relacionan entre ellos, y después en función de sus relaciones cada uno se va convirtiendo".
Shua fue recopilando las historias de toda América y al igual que hizo con otras experiencias de otros lugares del mundo, como "Dioses y héroes de la mitología griega" para chicos o "Todo sobre las mujeres" para adultos, trabajó sobre las versiones que había escritas y les imprimió su sello tan propio, con una narrativa fresca, despojada, visual y capaz de sortear diversas emociones y truculencias con igual maestría.
A ellos, a los relatos populares, cuentos, leyendas y mitos, llegó de la manera "más sencilla: leyéndole a mis hijas. Primero el recuerdo mio de chica como lectora de las narraciones interesantes de `Tesoro de la juventud`, un libro muy de generación, y después cuando mis hijas eran chicas; en ese momento la literatura infantil en Argentina era una cosa muy pasada por lavandina...".
"Era la época -se explaya Shua- en la que se suponía que cualquier conflicto podía modificar las psiquis de los niños y entonces el lobo no se comía a Caperucita porque Caperucita llegaba a esconderse y el leñador no le abría la panza sino que los amenazaba con un palo. En los cuentos de autor esa tendencia era todavía más pálida, los más brillantes se escapaban a esa censura por el lado del humor".
"Buscando esas otras historias me encontré con el cuento popular. Empecé con los `Cuentos de la selva` de Quiroga, seguí con los de Italo Calvino y de tanto leérselos me los aprendí. Tuve una primera aproximación al cuento popular europeo y la mejor manera de conocer un corpus es conocer muy bien alguna pequeña parte, después uno ya puede ir incorporando. Y sin pensarlo me convertí un poco en una experta".
Y con ese material que fue recolectando a lo largo de los años escribió para todos los lectores, y con "Guerra de serpientes", cuyo título se inspira en una "leyenda mapuche muy argentina, de la guerra entre una serpiente buena y una mala, Tren-Tren-filu y Kai-Kai-filu", concentra en un libro juvenil aquellas historias arraigadas en este continente que atravesaron el tiempo y sus traducciones.

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