El Comienzo

El Comienzo uenta la historia que hace muchas, muchas aguas, el tiempo no era tiempo. Era eso que no entendiste, que volviste a leer pensando que ya tenías demasiado sueño para comprender lo que te mostraban las palabras. Sí. Era agua.
El gran dictador del bosque, Isus, era el guardián de La Llave. Esta llave abría cada mañana las compuertas del Dique Día y todo comenzaba: el trabajo, la lucha y las penurias de los habitantes de Bogui, comollamaban los Gobis a su ciudad.
Los Gobis amaban el campo, las flores y las fresas. Mientras Isus dormía, todas las aguas se retiraban al sueño de Isus, quien flotaba en ellas para planear mejor sus fechorías, pero al despertar...
Los Gobis trabajaban sin cesar todas las noches, cada noche, aun sabiendo que el amanecer destruiría sus esfuerzos, porque estaban seguros de que en alguna gota, no muy lejana, vendría el Alado, salvador de su reino.
Cierta vez, los Gobis se reunieron al llamado de Megasus, el mago, quien les dijo:
-Falta poco para la noche del Alado. Cuando el tercer rayo de luna pegue en la punta del Risco del Espejo y éste se refleje en la cerradura de la compuerta del dique, será la Gran Tormenta.
-¿La Gran tormenta? -preguntó Zassi, el menor de los siete hijos del alcalde.
-Sí. Durante la Gran Tormenta un enorme rayo caerá sobre el Volcán de la Noche y un ensordecedor trueno hará temblar las rocas de su cráter; entonces se abrirá una grieta por la que solo un Gobi podrá pasar, para ir en busca del Alado.
-¡Viva! ¡Yo iré!-gritaban al unísono-¡No! ¡Iré yo!
-Aguarden -replicó Megasus. No sabemos aún quién irá, porque sólo si el Gobi pasa por la grieta y lo que es más difícil si puede regresar trayendo al Alado, tendremos la oportunidad de enfrentarnos con Isus.
-¿Cómo sabremos entonces quién irá en busca del Alado? -preguntó un grupo que parecía el más dispuesto.
-Haremos una justa entre los más jóvenes. Interminables pruebas y secretas votaciones que sólo el Gobi Claro podrá pasar.
-¿El Gobi Claro? -preguntó uno de los más valientes, que ya ardía de ganas de ir.
-Aquel que sea limpio de corazón -respondió Megasus con autoridad.
Los Gobis comenzaron a prepararse haciendo ejercicios y pruebas de habilidad y destreza física. Todos deseaban ser el elegido; incluso los más audaces intentaron bañarse, atados con cuerdas, en las torrentosas aguas del día, para quedar debidamente limpios.
Y la noche de la Justa llegó. Uno tras otro fueron cayendo vencidos los Gobis; uno tras otro en las carreras de caballos, en los lanzamientos de disco, en las terribles emboscadas, en los acertijos... Hasta que solo quedó uno, Zassi, quien, a pesar de los ruegos de su madre, se presentó ante Megasus.
-Zassi, tú eres el elegido. Dentro de tres noches el trueno abrirá la grieta en la ladera. Penetrarás a un mundo desconocido, lleno de peligros y dificultades. Tu tarea es ir tras el Alado. ¿Podrás hacerlo? -preguntó Megasus.
-Lo intentaré -respondió Zassi lleno de valor y de firmeza.
Durante las tres noches que faltaban Zassi permaneció junto a Megasus, quien le enseñó todos sus trucos, le hizo beber de la copa de la sabiduría para que pudiera vencer cualquier encrucijada y le dio la Aguja del Poder Invencible, que solo podía ser usada una vez, para regresar, cuando todo, si eso llegara a suceder, estuviera perdido.
La noche del Gran Tormenta el pueblo se reunió en la ladera del Risco del Espejo, vieron al tercer rayo de luna reflejarse e iluminar la cerradura de la puerta del dique y se escuchó el gran trueno. Todos tuvieron miedo. Las rocas se desplomaban y caían sobre las casas de los Gobis; algunos huyeron y se escondieron tras los árboles; miles de pájaros negros intentaron ensombrecer la fuerza del rayo y la compuerta del dique amenazó destruirse para despertar el sueño de Isus, quien dormía, húmedo, en su castillo de agua. Por último vino la calma y los pocos que quedaban temieron aun más cuando la pequeña grieta de luz se dejó ver en la montaña.
-Es el momento -dijo Megasus, y abrazó a Zassi quien, tomando su morral en un mano y la aguja en la otra, pasó a través de la grieta que, de inmediato, se cerró. La noche se ahogó en la más absoluta oscuridad.
-Ahora solo nos queda esperar -murmuró Megasus. Y todos regresaron a sus hogares.
Zassi se halló en un bosque de piedra. Caminó y caminó mientras esperaba, secretamente, encontrar a alguien a quien preguntar cómo ubicar al Alado, pero no había nadie. Sintió hambre, pero los árboles no tenían frutos; sintió frío, pero sus ramas no le dieron hojas para improvisarse un abrigo. Cuando estaba a punto de desfallecer gritó:
-Piedras, sordas piedras ¿Cómo podrán escucharme?
Las rocas permanecieron mudas. Agotado se acostó sobre la hierba mineral y lloró. Por primera vez algo líquido (que era lo que los Gobis más odiaban y temían), las lágrimas, fueron sus amigas. Las miró y en el pequeño charco se dibujó una imagen. Un inmensa cumbre bañada por tinieblas y en la cima, la sombra del vuelo de un pájaro.
-Allí debe ser -susurró Zassi-, pero...¿cómo llegaré? ¿Cómo llegaré? -gritó y presa de una furia incontenible, pisó, pateó y saltó sobre el charco. Al hacerlo una luz brillantísma lo envolvió y sin saber cómo, se encontró al pie de una montaña. Los árboles de roca habían desaparecido; ahora había solo árboles comunes.
-¡Y tiene frutos! -festejó Zassi que ya empezaba a trepar al más cercano.
Cuando hubo comido unos cuantos y llenado su morral, se dispuso a escalar hacia la cumbre.
Zassi tardó diez días y diez noches. Se raspó las rodillas y las manos le sangraron, pero al final obtuvo su recompensa. La figura del Alado lo dejó perplejo. Tenía garras potentísimas, enormes alas de color dorado y unos ojos como rubíes que expedían sorprendentes destellos.
-Te esperaba -lo saludó el Alado-. Te he visto escalar.
-Y tú, ¿Qué clase de bicho eres? -gritó Zassi a quien de un golpe se le había ido la fascinación-. Ni siquiera fuiste capaz de venir a ayudarme. Teniendo alas ¿cómo pudiste quedarte así sentado para verme casi morir en el ascenso?
-Lo siento, pero tenía que probar tu valor. Y creo que eres digno y mereces mi ayuda. Ven, entremos a mi casa. Allí podrás comer algo para reponer fuerzas.
La casa del Alado era, en realidad, un palacio tallado en la roca. La luz que emergía mágicamente de un lago en el centro se reflejaba en miles de estalactitas y le daba al lugar un brillo especial.
El alado se sentó en su trono de oro puro y, mientras comían, escuchó el relato de Zassi acerca de la ciudad y el malvado Isus.
-Creo que la causa que presentas ante mí es justa. Partiremos mañana.
Al amanecer Zassi montó sobre la espalda del Alado.
-Prepárate. Batiré mis alas y cruzaremos la grieta hasta tu reino. Agárrate con fuerza y cierra los ojos. No los abras; no importa qué suceda.
Un profundo temblor sacudió a Zassi quien en el espasmo entreabrió los ojos. Luces de infinitos colores lo envolvieron, vientos huracanados quisieron derribarlos, imágenes atroces, monstruos, brujas y conjuros, sonidos y gritos ensordecieron a Zassi.
-Te dije que cerraras los ojos -ordenó el Alado-. De otra forma no conseguirás pasar por la grieta y sí atraer a Isus hacia acá.
Zassi volvió a apretar los ojos con fuerza, pero los gritos eran tan espeluznantes, la fuerza del viento tan arrolladora y la humedad...
-¡La humedad! ¡Viene el agua! -gritó mientras abría desmesuradamente los ojos, aterrorizado.
-¡Ciérralos! -alcanzó a gritar el Alado, pero Isus ya estaba allí.
-¿Quién se atreve a despertar mi sueño? -vociferó -¿Qué haces aquí, extranjero?
-Soy el Alado, guardián de la Justicia y vengo a ponerte en tu lugar.
-¡Jo, jo, jo! -rió con voz de trueno. Su figura se estiró como un tornado, desplegó el brazo y una enorme capa violácea oscureció al cielo. Comenzó a granizar.
El Alado hacía enormes esfuerzos por esquivar los trozos de hielo que transformados en púas, herían sus alas. Un devastador rayo lo golpeó y derribó a Zassi pero los espinosos salientes de las rocas de la ladera detuvieron su caída; se aferró a ellos y pudo poner un pie en la cornisa. Desde allí, siguió la batalla con atención.
El Alado se repuso del fuerte temblor y voló con el pico abierto hacia Isus. El impacto, al estrellarse contra el pecho de su oponente, le hizo dar tres vueltas en el aire, pero en seguida volvió al ataque.
-¿Esa es toda tu fuerza? -rugió Isus. Veremos qué te parece esto. -Isus tenía colgado del cuello un amuleto de piedra roja.
-¡Rayos! ¡Hacia él!
Una tormenta eléctrica se desató. El Alado apenas podía ver entre la luz enceguecedora de los relámpagos y la oscuridad total. Mientras remontaba vuelo para pensar y reponer fuerzas se dijo:
-Ese debe ser su corazón -. Y, estirando las alas, se lanzó con sus garras feroces hacia él.
La velocidad de la picada sorprendió a Isus, pero los eslabones de la cadena eran muy fuertes y el Alado se enredó en ellos.
Isus rió con gran estrépito.
-Ahora sí eres mío -. Desplegando su capa una vez más, se aprestó para envolverlo en ella.
La punta de la capa se acercó hasta donde Zassi se encontraba aferrado a la roca. Sin pensarlo se asió a la tela para poder llegar al Alado.
-Toma -le dijo. Es la Aguja del Poder Invencible. ¡Úsala!
-No, Zassi. Sin ella nunca podrás regresar a Bogui.
Pero el corazón de Zassi estaba lleno de valor y de bondad. Puso la aguja en el pico del Alado y mientras se debatía desesperadamente entre las olas de Isus, haciendo un último esfuerzo, la clavó en el centro del amuleto de piedra roja.
Hubo una terrible explosión. Rayos y centellas se disparaban sin cesar; el manto del tirano se hizo líquido y los dos valientes comenzaron a caer. Terribles marejadas los acercaban y alejaban; una gigantesca ola los empujó hacia un túnel que parecía no tener fin. El Alado pudo tomar a Zassi de una pierna y ambos fueron arrastrados por las aguas...
Los encontraron tendidos en lo que comenzaba a ser una playa. Megasus se acercó.
-Las aguas se están retirando -les sonrió.
-Creo que hemos vencido -dijo Zassi incorporándose.
-Solo falta un detalle -dijo el Alado mientras sacaba de entre sus alas un hermoso cofre dorado que contenía extraños vasos de cristal tallado.
Las aguas fueron entrando a los vasos como si no tuvieran límite. Cuando la última gota estuvo dentro, dijo a Zassi:
-Cierra el cofre con la aguja. Ella será la llave de los tiempos y tú su guardián. Toma, lo que te entrego es un reloj de agua. Su nombre es clepsidra. Desde hoy el tiempo ya no será agua, sino que el agua será tiempo.
Cuenta la historia que, hace muchas, muchas aguas, el tiempo no era tiempo; hasta que un valiente Gobi lo encerró en un reloj, para que todos los niños pudieran dormir hermosos sueños de agua.
Y el tiempo fue solo tiempo.

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Sobre el Autor

Marcela Predieri, de Argentina

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