El Pescador de Melodías

El Pescador de Melodías n un pueblito pesquero de un lugar lejano, vivía entre otras familias un matrimonio que tenía cinco hijos. Dos mujeres y tres varones. Las niñas además de concurrir a la humilde escuelita que había en el lugar, ayudaban a su mamá en las tareas del hogar.
Los varones más grandes, luego de terminar sus estudios básicos (leer, escribir y hacer cuentas) ayudaban a su padre en la recolección de peces y mariscos, que luego llevaban a los pueblos vecinos y vendían para sustento de la familia. Pedro, el más chico de los tres, era un soñador. Además de hacer sus deberes se pasaba el día deseando aprender música. Él, cada vez que su padre y sus hermanos le traían algún caracol de mar, se lo ponía en el oído y escuchaba hermosas melodías, que no provenían precisamente del caracol, si no que las creaba su mente. Todos los días, a la misma hora, trepaba a una rama cercana al ventanal de la casa de la profesora de piano. El pequeño se esforzaba por escuchar la música que provenía de la sala. Unos niños de una residencia en las afueras del pueblo, concurrían a aprender, pero, claro, había que pagar por las clases y no quería preocupar a sus padres que eran humildes, pidiéndoles que lo enviaran a él. Seguramente harían el esfuerzo para mandarlo a estudiar pero no le parecía justo, ya que sus hermanos madrugaban y trabajaban duro para ayudar a su padre.
Cierto día, la anciana profesora, lo descubrió y con una dulce sonrisa lo invitó a pasar a su casa. Cuando supo cuán grande era el deseo del niño por aprender a tocar el piano, le dio clases a él solo, en otro horario, porque Pedro no quería que se enterara nadie. Así fue que el niño que amaba la música, en poco tiempo interpretaba maravillosamente las piezas, sorprendiendo a su profesora.
Pasó un tiempo y llegó al pueblo un distinguido Conde a pasar unos días junto al mar. Paraba en una sencilla, pero prolija y pintoresca posada. Una tarde, salió a dar un paseo y escuchó una hermosa melodía que provenía de una casa, que estaba próxima al camino. Al llegar se asomó al ventanal y sorprendido, escuchó embelezado las piezas de música que alguien interpretaba con maestría en el piano. Sin pensarlo dos veces, llamó a la puerta. Apareció la anciana, y el Conde preguntó, quién era la persona, que tocaba el piano de una forma tan exquisita. La profesora lo invitó a pasar a la sala donde se encontraba el niño, quien seguía inmerso en su música, como si nadie estuviera escuchándolo.
El Conde partió.
A los pocos días regresó al pueblo, un mensajero del Conde trayendo una invitación para concurrir a un festival que se iba a realizar en dos días en el castillo de tan honorable caballero, al que asistirían la anciana profesora con Pedro y su familia. Al comienzo los padres se sorprendieron y no entendieron nada, pero por supuesto, aceptaron agradecidos la invitación, ya que era un honor haber sido merecedores de semejante convite. Llegó el día, y todos se esmeraron en presentarse de la mejor manera, bien aseados, peinados y prolijos, con sus mejores zapatos y ropa. Un carruaje del Conde los pasaría a buscar junto con la anciana profesora.
Al llegar al castillo, los estaban esperando, como a todos los invitados, con manjares para comer y beber. Luego los hicieron pasar a un amplio y lujoso salón donde se encontraba un flamante y hermoso piano. Menuda sorpresa se llevaron el pescador y su familia, cuando nombraron a Pedro. La anciana profesora, tomó de la mano al niño y lo llevó hasta donde estaba el instrumento. Con lágrimas en los ojos, Pedro se sentó en el taburete e interpretó la música más bella jamás escuchada. ¡Estaba cumpliendo su sueño!
Los concurrentes empezaron a aplaudir y a ovacionar al niño y éste tocaba cada vez con más entusiasmo. Al finalizar, se paró, hizo una gran reverencia para saludar y se dirigió hacia donde estaba su familia. Tanto sus padres como sus hermanos lloraban de emoción y lo llenaron de abrazos y mimos. Luego Pedro se acercó a la anciana profesora que también lloraba y tomándole su mano, la abrazó, murmurando. -¡gracias, nunca la olvidaré! Luego el Conde anunció a los concurrentes con una sonrisa feliz, que Pedro desde ahora, sería el pianista oficial del condado.
Pedro nunca iría a trabajar en la lancha pesquera con su padre y sus hermanos, pero fue un increíble pescador de melodías, que llenaron de orgullo a su familia. Y, do, re, mi, fa, sol... este cuento se ha acabado!

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Sobre el Autor

Blanca Segura, de Argentina

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